La primera vez que leí a Carlos (el autor del siguiente texto) fue en la revista La Mosca, en un especial dedicado a George Harrisong hace unos 3 o 4 años. Se me reventaron los ojos en lluvia cuando leía una descripción muy precisa y humana del beatle. Y así lo hace siempre, supongo, Carlos escribe con el alma y la panza; es un apasionado de la música, del ser y no ser o estar, del sentir una época que no lo conoció.
Espero les guste y apasione tanto como a mí =)
Mi cabeza se halla muy dispersa. Lo ataño a que releo Estrella Distante mientras escucho el Pet Sounds pero no, definitivamente las palabras de Bolaño no resbalan bien con Wouldn’t It Be Nice. Tal vez lo harían con Hank Williams, la séptima de Beethoven o una compilación de soundtracks de películas de vampiros serie B.
Pero no con Wouldn’t It Be Nice.
Aunque el mero citar a los Beach Boys me recuerda que hoy amanecí con ganas de echarle más leña al fuego antes de hacer el amague de atizarlo, pues al parecer la guerra entre los californianos y los Beatles, nacida a partir de mi blog pasado, tiene tintes de descarnada, casi apocalíptica. Para mí en realidad, y pese a los comentarios (que en primer lugar agradezco), de K. (que espero que no sea Kafka porque entonces, además de morirme de miedo, me infligiría un respeto apoteósico), y de Mr. Guingu (a quien dada tan peculiar contraseña imagino hijo de chinos o vietnamitas nacido en Galicia), no se me dificulta en lo más mínimo decidirme por entre el Revolver y el Pet Sounds por el simple hecho de que para mí son el ying yang, el padre y la madre, la noche y el día, de lo que entiendo por música moderna. Cada vez me cuesta más trabajo pensar el uno sin el otro, verlos como partes distintas, individuales, mucho menos irreconciliables.
Ya a Federico se lo había dicho alguna vez: Si el Pet Sounds es colorido, margaritas sobre el césped, paleta de pintor esquizofrénico, caleidoscopio infinito, celebración de la vida, el Revolver es entonces el blanco y negro, la acera de cemento desnuda, el búho en la copa del árbol, la lluvia y la nube, el ocaso.
Y yo podría vivir desde ahora y hasta hacerme nada escuchando un día uno y al siguiente el otro, creando diálogos entre el bajo galopante de Carol Kaye y los punteos elegantísimos de McCartney, cosiendo la dulzura vocal de Mike Love con el quejido punzante y huevón de Lennon, apreciando el contraste entre el muro de sonido que es como ola, pero no de mar sino de locura genial y más bien seca creado por Brian Wilson y el sonido de cueva lisérgica que George Martin creó sin meterse apenas un par de aspirinas.
Son mis totems sagrados y rara vez dejo que me los toquen. Sobra decir que de todas maneras yo, fiel a mis clases de civismo de primaria –que por cierto, me acabo de enterar que ya no existen- pongo frente a las críticas mi cara de incluyente que es como poner cara de nieve de limón y hago como que escucho con paciencia, pero lo cierto es que siento como si dijeran puta a mi madre, mamón a mi padre y luego incendiaran mi casa con mi perro Elvis –q.e.p.d.- dentro. Cierto es que de cualquier forma soporto con mayor estoicismo las opiniones de aquellos que me han probado su sensibilidad y conocimientos musicales, y hasta he respondido con una sonrisa de doctor a enfermo terminal a algunos amigos que mencionan a The Smiths o a Velvet Underground como los responsables del mejor disco de todos los tiempos. Pobrecillos.
En sí, a los únicos que deseo castigo eterno de características dantescas es a los fieles a Exile On Main Street, de los Rolling Stones. ¡Arded en los infiernos!
Pero no gastaré tinta salivar con este último asunto. No hoy. Mejor los dejo con dos de mis temas favoritos de ambos discos, dos que escucho siempre con los ojos cerrados y que, no me avergüenza decirlo, todavía me conmueven hasta las lágrimas.
Pet Revolver, o Revolver Sounds, si se prefiere...
http://purapanza.ciudaddeblogs.com/
Su blog en La Tempestad: http://diariolatempestad.com/capitales/berlin/
Saludos!
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